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Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía (México)

Por Ciencia entre Todxs (Desde México)

 

En diferentes ciudades de México se están desarrollando diversas actividades en defensa del maíz nativo y la preservación de las técnicas tradicionales de cultivo, como parte de un movimiento de resistencia contra la aprobación del cultivo comercial del maíz transgénico, el despojo de los campesinos y el avasallamiento de la soberanía alimentaria. Mesoamérica es la cuna del maíz, que fue obtenido en todas sus variedades como resultado de un largo proceso de domesticación practicado desde hace alrededor de 8000 años llevado adelante por las prácticas agrícolas de 330 generaciones de agricultores pertenecientes a los pueblos originarios de la región. Actualmente el maíz es el tercero entre los 4 más importantes cereales en los que se basa la alimentación de la humanidad. Particularmente en la región de Mesoamérica el maíz es la base de la alimentación de la población y raíz de una cultura que lo tiene como centro en sus costumbres, fiestas y ceremonias espirituales.

Conforme a estudios genético poblacionales, biogeográficos y arqueológicos, México es el centro de origen del maíz lo cual le da a esta región un valor estratégico ya que están presentes en este territorio las variedades silvestres de Teocintle –ancestro del maíz- que son fuente de variabilidad y más de 60 variedades de maíz domesticado adaptado a diferentes climas, suelos y tradiciones culturales que incluyen comidas regionales, fiestas y ceremonias. La contaminación del maíz local con transgénico produciría un daño irreversible, cuyos resultados ya pueden apreciarse a partir de la observación de milpas que han sido accidentalmente contaminadas con maíces transgénicos en las que se presentan plantas con serias malformaciones. Aunque ya hay un cierto nivel de contaminación, que fue revelado en 2002 por el trabajo pionero de Ignacio Chapela en la revista Nature, es probable que esta contaminación sea aun acotada y sin duda, sería infinitamente más grave la magnitud del problema si se aprobara legalmente el cultivo industrial de maíz transgénico. Además del problema de la contaminación genética, el avasallamiento de los territorios de cultivo de las variedades locales por maíz industrial transgénico haría que se pierdan la diversidad local y se violen las costumbres de los colectivos humanos que sustentan su alimentación y su cultura desde hace milenios, lo cual no es menos grave que la contaminación genética.  En ese sentido no sólo el cultivo de maíz transgénico, sino de también de cualquier otro cultivo extensivo industrial, tal como es el caso de la soja transgénica en Yucatán, amenazan del mismo modo la soberanía alimentaria y la preservación de la agrobiodiversidad. Las comunidades indígenas y campesinas locales,  junto con organizaciones ambientalistas como Grain, la Red Nacional en Defensa del Maíz y el grupo ETC, entre otros, más un grupo de científicos muy reputados que conforman la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), están resistiendo desde hace tiempo para evitar la aprobación del cultivo comercial de maíz transgénico en México. Actualmente estas organizaciones y movimientos sociales están realizando una serie de audiencias en el marco del Tribunal Permanente de los Pueblos, organización internacional de mucho prestigio, continuadora del Tribunal Russell con sede actualmente en Italia. Estas audiencias asumen un marco general de análisis de la problemática que comprende tres ejes: “Devastación ambiental, soberanía alimentaria y represión contra los movimientos sociales”. Cada uno de estos tres ejes ha dado lugar a una audiencia (que se están realizando actualmente), y a su vez cada una de ellas se sustenta en varias preaudiencias que se han realizado previamente. Todos estas instancias se basan en una presentación de casos, que son expuestos por las propias comunidades que están siendo agredidas, perjudicadas y despojadas, y que en varios casos están desarrollando estrategias de resistencia y preservación de sus saberes y modalidades de vida, de producción y consumo de alimentos. Durante el desarrollo de las preaudiencias y audiencias los casos son expuestos ante tribunales internacionales que fueron convocados a tales propósitos por los organizadores locales, compuestos por juristas, ambientalistas, científicos, representantes de comunidades originarias, dirigentes campesinos e intelectuales reconocidos por su contribución y compromiso con las resistencias de los pueblos frente a este modelo económico mercantil e inhumano. En general las audiencias duran tres días donde los casos son considerados, analizados y sus aspectos comunes articulados por el jurado, que finalmente se expide, emitiendo un dictamen. Estos dictámenes son documentos muy ricos, que integran muchas miradas y permiten apreciar y dimensionar la complejidad e importancia de estos temas.

Una de las preaudiencias se desarrollo en un pequeño pueblo de Yucatán llamado Maní, en el ámbito de una escuela de agroecología emplazada en la selva, cuyo propósito es recuperar, fortalecer y multiplicar los conocimientos agrícolas, alimentarios, arquitectónicos del pueblo maya (que habita la región y constituye buena parte de la población, alrededor de un 40% habla en lengua maya). El tema de esta preaudiencia, organizada localmente por una organización de las comunidades mayas,  fueron las políticas de despojo y exterminio del pueblo maya. Durante su desarrollo se expusieron diez casos ocurridos en comunidades, todos muy significativos, algunos muy penosos, otros esperanzadores. Muchos expositores presentaron sus casos en su lengua y fueron traducidos por compañeros bilingües. La diversidad de problemáticas presentadas abarcan desde el arrebatamiento del territorio hasta la contaminación de las mieles con polen de soja transgénica y reflejan tanto el dolor por la violencia que ejercen las corporaciones y las políticas públicas para imponer la privatización de la tierra y arrasar con los modos de producción tradicionales, como la potencia y la riqueza de las tradiciones, los saberes y las luchas de resistencia de las comunidades. El escenario es tremendo y perfila el avance de una política devastadora que podría no tener retorno, pero también expresa la profundidad y la potencialidad de los movimientos comunitarios que comprenden muy bien lo que se está jugando y están firmes en la defensa de su identidad y su sustento. Fue significativa la calidez y fraternidad de la convivencia durante el encuentro, el intercambio fuera de sesiones, la intensa presencia de la dimensión afectiva y espiritual además de la claridad política que atraviesan y motorizan esta causa.

Otra de las preaudiencias, que se desarrolló en el auditorio de la Facultad de Ciencias de la UNAM, se centró en los aspectos científicos involucrados en este tema. Se presentaron varios casos por parte de investigadores críticos que participaron en estudios de contaminación del maíz nativo -entre ellos el propio Ignacio Chapela que vino desde Berkeley para presentar su caso- y otros científicos locales que desarrollan investigaciones tanto para mejorar las técnicas tradicionales como para crear nuevas opciones agroecológicas que se articulen con ellas, para conservar la diversidad local de maíz y hacer aun más eficiente la producción de maíz con técnicas de mejoramiento convencional, que apuntan a garantizar el  autoabastecimiento (actualmente México debe importar de USA una parte del maíz que consume como alimento) e incluso a producir un excedente que podría ser exportado. En varias intervenciones, además del tema específico los expositores enmarcaron su tema en la problemática de la mercantilización y la corrupción de la tecnociencia y en su papel como promotora y legitimadora de paquetes tecnológicos que apuntan a la concentración de la riqueza, al despojo de las comunidades y a la devastación ambiental. Varias de las investigaciones presentadas son ilustrativas de modos alternativos de hacer ciencia. Sin embargo, quedó claro que debido a las múltiples dimensiones involucradas en este problema y al aporte que una manera de hacer ciencia en diálogo con otros saberes puede aportar uno de los jurados, Luis Macas, representante de la comunidad quechua de Ecuador junto con el científico argentino Andrés Carrasco, enfatizaron la necesidad de  “no dejarle la última palabra a la ciencia”.

Estas dos preaudiencias, conjuntamente con otras realizadas en otras regiones de México que recogen otros casos locales, confluyeron en la audiencia temática “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía”, que se desarrolló en el local del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUMAN) entre el 19 y el 21 de noviembre. En ella participan unas 300 personas de comunidades, ONGs y organizaciones sociales y un tribunal formado por 8 miembros de Francia, México, Ecuador, Argentina, Chile y Canadá.

Como una peste, como una maldición, apenados campesinos y campesinas  indígenas mexicanos, en ocasiones quebrados por la emoción y por la rabia, relatan cómo sus milpas, que consideran una herencia sagrada de sus abuelos que ellos deben custodiar, se han contaminado con maíces transgénicos.  Fernando Santillán campesino zapoteco de Oaxaca expone en un lento, solemne y dificultoso español que no es su lengua materna:

Me siento triste por ver mi maíz contaminado al igual que el de los compañeros de mi comunidad. El maíz es nuestra vida, nuestra sangre. Por el maíz vivimos y es la base principal de nuestro hogar. Además de comerlo se lo damos de comer a nuestros animalitos, con los que también nos alimentamos. Por eso vengo a pedirle al gobierno que no permita la siembra de maíz transgénico, porque es nuestra muerte como hombres y mujeres del maíz. Lo exijo esto porque quiero mis hijos y nietos y las demás generaciones tengan vida y salud”.

Sin duda, la preservación del tesoro que representa el reservorio genético y el patrimonio cultural de los pueblos indígenas de Mesoamérica es un desafío para toda la humanidad.